Desperté con la noticia del atentado en Atocha. Había estado días antes allí, acompañando a un amigo en una visita a Madrid.
La estación rebosaba gente, vida. No pude imaginar todo aquello destrozado, o injuriado. Pasé toda la mañana pegado al televisor. Las imágenes eran estremecedoras. Abrí el Cubase, y terminé un tema, que quedó incluido en "Quiero vivir aquí", documental sobre el pueblo de Artieda, que en 2004 filmó la productora local "El Estudio".
http://www.soundclick.com/bands/page_songInfo.cfm?bandID=83435&songID=1028721
Vimos la historia reescribirse delante de nuestros ojos. "¿Qué se nos ha perdido a nosotros en Irak, señorías?", bramaba Rubalcaba en el Congreso de los diputados.
Todos participamos en la manifestación de días después, bajo la lluvia.
El lunes 15, mientras escuchaba a Duncan Chisholm, violinista de Wolfstone, veía como la vida continuaba con hermosa normalidad: los niños jugaban en la puerta de la iglesia, y los padres los pasaban a recoger, a la salida de las clases de Catecismo. Ese disco, me ayudó a sacar toda la pena, y la frustración de esos días. Pero a esa película, aún le quedaba un último acto. Tendríamos que esperar hasta el mes de Abril, y una vez más volvíamos a pensar que aquello no nos podía estar pasando a los buenos españolitos de a pie.
La estación rebosaba gente, vida. No pude imaginar todo aquello destrozado, o injuriado. Pasé toda la mañana pegado al televisor. Las imágenes eran estremecedoras. Abrí el Cubase, y terminé un tema, que quedó incluido en "Quiero vivir aquí", documental sobre el pueblo de Artieda, que en 2004 filmó la productora local "El Estudio".
http://www.soundclick.com/bands/page_songInfo.cfm?bandID=83435&songID=1028721
Vimos la historia reescribirse delante de nuestros ojos. "¿Qué se nos ha perdido a nosotros en Irak, señorías?", bramaba Rubalcaba en el Congreso de los diputados.
Todos participamos en la manifestación de días después, bajo la lluvia.
El lunes 15, mientras escuchaba a Duncan Chisholm, violinista de Wolfstone, veía como la vida continuaba con hermosa normalidad: los niños jugaban en la puerta de la iglesia, y los padres los pasaban a recoger, a la salida de las clases de Catecismo. Ese disco, me ayudó a sacar toda la pena, y la frustración de esos días. Pero a esa película, aún le quedaba un último acto. Tendríamos que esperar hasta el mes de Abril, y una vez más volvíamos a pensar que aquello no nos podía estar pasando a los buenos españolitos de a pie.
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