viernes, 26 de agosto de 2011

Por Steve

En octubre del año 91, entró un Mac ed en casa. Comprado de segunda mano, no salió barato, a pesar de esto. Los ahorros de un verano. ¿Qué se podía hacer con un "cabezón" de 512 k´as de memoria ram? Pues para aquellos años, casi lo que quisieras: texto, maquetación, bases de datos, algo de dibujo, y sobre todo, un montón de juegos, que los universitarios del Colegio Mayor, traían de Zaragoza.

Había que darse una vuelta siempre por la sala de informática para "hacer colección". De allí, a la RKV. Nosotros teníamos el privilegio de entrar en "la sala del becario", con lo que allí fraguamos planes, y proyectos más grandes, porque ya había equipos que movían millones de colores, con 8, o 16 megas de ram. Cayó el Photoshop, programas de 3d... Y sobre todo, el Civilizaciones..., para Mac, en color, y como todo lo de Apple, en inglés. Pero, ¡qué narices! Los pc´s eran chatarra fea y sin alma. Lens flares, tipografía, maquetaciones "profesionales"... Y alguna que otra universitaria, de buen ver, y mejor imaginar.

Y de allí, al conector midi, y a las versiones para Mac, del Cubase, que desde luego, no eran precisamente baratas.

Un Ed, un Lc, luego ampliado al II, (por otro buen pico), el III, un 6100, que ya movía el Cubase audio, y renderizaba mucho más rápido, y ya por capricho, porque a pesar de todo, el Mac era minoritario en Huesca, y sólo estaba destinado al uso profesional de imprentas, y retoque de imagen, un 7300, y un "Pitufo G3". Allí están, en casa, casi todos. Y siguen funcionando.

Con el Mac, hice cientos de retoques, reconstrucciones de fotografías antiguas, animaciones en 3d primitivas, pero funcionales, y sobre todo, jugué..., en inglés. Sin gráfica al uso. Daba igual.

Hace una década que trabajo con Windows. Que no te fallara una máquina Apple. Menuda odisea.

Hoy he visto a Steve, en una foto publicada hoy. Una parte de mi, y de esa Huesca noventera, está entristecida. Un sueño empezó en un garaje, pero todos somos carnales, temporales, y con fecha de caducidad. Mis máquinas Apple, como digo, ahí siguen. No piden pan, pero siguen funcionando todavía. ¡Nos sobrevivirán a todos!

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