domingo, 2 de agosto de 2009

Rock and roll en la Plaza del pueblo



Ayer por la noche, como suele ser habitual cuando se estrenan las películas de Pixar, fui a ver Up, su última "propuesta". Oda al sentimiento otoñal, con algunos momentos conseguidos, donde la lágrima se escapa, y los pañuelos hacen acto de presencia para moquearse a conciencia. A ninguno de estos actores "virtuales" se les dará jamás un Oscar, pero a veces, transmiten mucho más que los habituales que compiten por entrar en ese supuesto Olimpo de los "elegidos". Carl, el personaje, inspirado en Spencer Tracy, y su "esposa" Ellie, se lo deberían de llevar este año de todas, todas, cada uno, en su categoría.

No obstante, mi favorita de todos estos años, sigue siendo Cars. Up tiene un tramo intermedio un tanto difuso. Los sueños, y las promesas más disparatadas, son sólo eso, nada más. Una vez llevadas a cabo, sólo nos queda un sentimiento de tristeza, y soledad. La vida se nos escapa mientras las llevamos a cabo, sin darnos cuenta de que lo de verdad importa, es el presente.

Y después de estas reflexiones "virtuales", me quise acercar a La Plaza "Mayor" para ver un rato a "Hay poco rock and roll", y a Manacor.

Hay poco sonaron correctos, y simpáticos. No tienen el descaro que tenían los grupos que versionean, pero son perfectos para pasar un rato "nostálgico", y calentar motores, en una noche fresquita como la de ayer.

Después, subió al escenario Manacor. El sonido fue mucho más contudente, y "profesional", aunque quizás, para mi gusto, el volúmen estaba demasiado alto. Cuando ya se tiene un alto nivel instrumental, y oficio, el técnico se tiene que dedicar a embellecer ese sonido, a conseguir esa "mezcla perfecta", basada en la elegancia, en el detalle, y en el buen gusto, y no sólo en la contundencia.

Hay canciones que 25 años después, siguen siendo muy eficaces. Tras escuchar "La Escuela de calor", y "A quién le importa", juzgué que había tenido bastante, y me retiré. Toqué ese par de canciones durante 4 años, en mi época verbenera, pero todo se acaba superando, por fortuna.

30 años en este rollo. Lo que se están perdiendo algunos, je. Somos, como el puto buen vino. Esta es la moraleja de la historia.

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