viernes, 14 de octubre de 2011

De bolo



Nos costó llegar. Mucho. Ayer por la tarde, Zaragoza estaba en plenas fiestas del Pilar: procesiones, miles de personas en la calle, chiringuitos “a la orilla del río”…, y municipales. Decenas de Policías Municipales, con una sola instrucción: No dejar pasar a nadie, a las inmediaciones de la plaza del Pilar.

Ayer por la tarde, acompañé a Olga y Los Ministriles en un bolo en la Plaza de San Bruno, en Zaragoza. El viaje desde Huesca, fue un visto y no visto. Pero la entrada de Zaragoza estaba colapsada, y los municipales Zaragozanos, como comento, no entraban en razón: “Caballero, no puede pasar, y si continúa con esa actitud, esto le puede costar 200 euros, y 6 puntos del carné”. “Somos músicos”, intentaba razonar Salvador, multiinstrumentista del grupo. “Tenemos que tocar en La Plaza”. “¿Pueden avisar al Ayuntamiento para que trasladen el material en helicóptero?”.

¿Qué fue de los tiempos en los que, cuando llegaba el furgón de los músicos, se paraban hasta las vaquillas, para que pudieran llegar al local de baile, o a la Plaza del pueblo?

Así que dimos vueltas, y vueltas por Zaragoza, durante una hora y media, acompañados por un chico de la organización, hasta que la mismísima Virgen se apiadó de nosotros, y “La Gestapo”, nos permitió acceder a la plaza del bolo. ¡Menudo bajón!

A pesar de estas incidencias, el montaje, y la prueba de sonido, transcurrieron con mucha normalidad, y buen oficio por parte de la empresa de sonido COBA. Los músicos de Olga y Los Ministriles: Salvador, Josu, Dani, Carlos, y Antonio, rozan la exquisitez, y el sonido, muy limpio, brillante, y nítido, acompañó también.

He colaborado con ellos, con mis ex compañeros de Hato, en un tema, Aurora, de su último disco, pero esta vez bajé como fotógrafo, y la aventura de manejar una cámara nueva, en un día, fue bastante agradable. Mucho material.

La gente de Zaragoza respondió con la misma frescura de siempre. Fue participativa, elegante, y acogedora. El momento en que Olga, apoyada por la voz de su hermano Antonio, cantó el tema de José Antonio Labordeta, “Albada”, fue el más emocionante del concierto. Hay temas que son más que canciones. Son lazos de unión, y ese himno, lo es.

Y después de un bolo bien resuelto, las consabidas ventas de discos a pie de escenario, y una cena a base de bocatas, vegetales, y helados, en un bar próximo a La Plaza. El desparpajo, amabilidad, y compañerismo de los camareros, y camareras, que a esas horas pusieron de nuevo en marcha la cocina para atendernos, fue el broche final a un día, para mí al menos, con un fuerte sentimiento de nostalgia, pero con el sentimiento de mirar hacia atrás, y sentir que siempre, lo “hicimos bien”.

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